5 d’abril del 2011

Relato 1


Cinco años después de la muerte de su madre Nuria seguía odiando las Navidades. De hecho, se le hicieron más tolerables décadas después, cuando ella y sus hermanos empezaron a invitar a sus respectivas parejas. La presencia de gente nueva, que ni tan siquiera había conocido a su madre, hacía que el vacío fuera más llevadero. Hace 20 años pues, en Navidad, Nuria se compró American Psycho, que se convirtió en su tabla de salvación para evadirse de los festejos. Tenía 21 años, estudiaba Bellas Artes, y se había liado con un grunge que tocaba la guitarra entre clase y clase de derecho constitucional.

Dos décadas después Nuria está sentada en el balcón de su casa. Acaba de terminar de leer Richard Yates, de Tao Lin, aparentemente una nueva promesa de la literatura norteamericana. Nuria se compró el libro porque le gustó la portada; porque la ficción estadounidense siempre le ha interesado; y porque en el interior de la cubierta se decía que a Lin se le ha calificado como “el nuevo Douglas Coupland”, incluso como “el nuevo Bret Easton Ellis”. Pero aunque Tao Lin sea un joven de descendencia asiática nacido en Nueva York, sólo tenía 8 años cuando Nuria compró American Psyco para evadirse de unas Navidades más. No, Richard Yates no es comparable a American Psyco, ni a Generación X, Shampoo Planet, Polaroids from the Dead, o nada de lo que se escribió en los 90. Porque los 90 no son iguales a los...¿cual será la expresión para hablar del tiempo en que vivimos? ¿Los años 10? Que mal suena, murmura Nuria.

En algún momento a Nuria le ha parecido que Richard Yates podría ser material para rodar una película Indie, ahora que adaptar libros parece ser la tabla de salvación de la agonizante industria cinematográfica. La madre de la protagonista podría ser Chloë Sevigny. Mientras se prepara un te verde, Nuria se pregunta por que Sevigny está considerada un icono de la moda cuando nunca ha sabido resaltar su verdadero potencial. A pesar de ello, y de pensar que en la vida real debe ser una borde, Nuria la respeta, especialmente por su papel en la serie Big Love.

En la adaptación para el cine, los dos protagonistas del libro, Dakota Fanning y Haley Joel Osment, deberían ser nuevas promesas desconocidas, aunque Tao Lin los bautizara con los nombres de dos actores de carne y hueso: la niña de la versión de La guerra de los mundos que rodó Spielberg, y ahora protagonista de campañas de Marc Jacobs y vampira en la saga Crepúsculo; y el niño de El sexto sentido. Por suerte Nuria no ha buscado sus caras por Internet hasta veinte minutos después de acabar de leer el libro. A Nuria le asalta la duda de si Lin ha querido hacerles un homenaje; dar pistas de un hipotético cásting, porque realmente cree en el potencial audiovisual de su libro; o cachondearse de estas precoces estrellas del celuloide.

Pero en la mente de Nuria todo tendría el tempo y un cierto sabor a Gummo. Se pregunta si Harmony Korine habrá leído el libro y que le habrá parecido.



Por curiosidad Googlea a Jacob Sewell, el niño de orejas de conejo. En 10 años Sewell sólo ha hecho un cortometraje, y de eso hace ya 4. Hay otro niño, con 10 amigos en Facebook, pero no es él. Nuria termina de beber el te y se lía un cigarrillo. Como está en su casa no comete ningún delito contra la salud pública. Busca el corto donde sale Bunny Boy, December, pero sólo encuentra un trailer de 59 segundos y se queda asombrada al descubrir que bien podría ser una adaptación del libro de Tao Lin. Se lamenta que la calidad no sea suficiente para ver como ha envejecido Sewell.

Nuria no ha leído nada de Richard Yates, ni tampoco ha visto uno de los films que los protagonistas del libro revisitan varias veces, Lemming, de Dominik Moll, donde las dos Charlotte (la Rampling y la Gainsbourg) interpretan a unas mujeres desquiciadas, a la par que sus parejas. Todo muy a la francesa.



Sentada en el sofá escucha el sonido de unas llaves y el girar de la cerradura. “Hola amor”, contesta al saludo de su pareja. “Hola” contesta Pau, al tiempo que deja caer su chaqueta encima de la mesa del comedor y se acerca para darle un beso.